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Ese raro oficio de ser "patrona"

HOMENAJE INÉDITO, nos dijeron.
Por habernos acompañado, por las vivencias compartidas, y por haber dejado un recuerdo grato en nuestra memoria, se nos ocurrió a mi marido y a mi homenajear a estas 14 empleadas domésticas que pasaron por nuestra casa. Ese día cumplía 25 años de trabajar con nosotros una de ellas: Isabel Medina. Discreta, trabajadora incansable, una gran compañera de ruta en nuestra vida, y que luego del homenaje continuó trabajando 3 años más en casa, hasta cumplir sus joviales 82 años. He aquí lo escrito para la ocasión. Un cuadro con este recuerdo está en la oficina de ANSES, y otro en la oficina de la Delegación del Ministerio de Trabajo, ambos en Rojas.

Mientras yo corría para retirar a Danilo, que por entonces cursaba 1er. grado en la Escuela N° 1, GRACIELA, "la empleadita" de 10 años, cuidaba a Anahí, que con 13 meses de vida ensayaba sus primeros pasos en aquella habitación (que también solía oficiar de comedor) del viejo Hotel Miranda donde vivíamos recién llegados a Rojas. Con sorpresa -y enojo- en uno de mis regresos, encuentro desparramados por el suelo, y por la cara y la ropa de Anahí, los 2 litros de leche que contenía una lechera lista para hervir.

Con su tartamudez acentuada por el susto, Graciela alcanzó a explicarme que "la nena la tiró desde el borde de la mesa..." -¡Ay!, Ay m"ija, menos mal que la leche estaba fría, porque de estar caliente la nena se quemaba entera..!; no hay caso, no servís para cuidarla- respondí mientras limpiaba el enchastre. Los ojos arrasados en lágrimas de esta pequeña niñera, me dijeron que había que darle otra oportunidad, y así, Graciela continuó un largo tiempo con nosotros, ya en la casa que al fin habíamos logrado alquilar.

Por esa vieja casa, frente "a lo de Yiyo", desfiló también doña ANA, con su carácter a veces "non sancto", pero sin asco para el trabajo y con una dignidad de hierro para confiarle la casa. Después llegó GLORIA... Gloria, diminuta, "patitas chuecas"... ojitos "chuecos" también ¡tan vizcos!, que fue menester ocuparse de su operación. Justamente el día que tuvimos aquel grave accidente automovilístico, allá por 1970, regresábamos de hacerla ver en el Centro Oftalmológico del Sanatorio Británico de la ciudad de Rosario. Gloria venía con la carga negativa de un serio entuerto familiar, pero aún así, el cascabel de su fresca carcajada resonaba siempre por la casa. Las Cataratas, entre muchos otros, fue un viaje que compartió con nosotros, ya que, más que empleada, pasó a ser otro miembro de la familia. Hoy vive en Catamarca, es mamá de 5 hijos y joven abuela de 4 nietos. Las contadas veces que regresó a Rojas, jamás dejó de visitarnos... y nosotros la recibimos con el cariño de siempre.

Contrastando con el carácter de Gloria, llegó RAMONA; seria la morocha, ceño fruncido, renegrida trenza que casi llegaba a su cintura y un rostro aindiado y bello a pesar de sus pocas sonrisas. Nos fue ganando de a poco: era de ley para cumplir y para depositarle nuestra confianza... y así nació nuestro afecto por ella. Le encantaban los nombres de mis hijos, al punto que siempre me decía: -"señora, si algún día tengo hijos le pondré esos nombres". Hoy, Ramona, es mamá de un Danilo y de una Anahí.

Ya en la casa nueva llegó MARIA, regordeta, siempre sonriente y también siempre dispuesta a no faltar al trabajo, ni temblarle a las heladas de las 6 de la mañana, que era su horario de ingreso. Y cuando al tiempo, con su marido decidieron aceptar el trabajo en la estancia San Bartolo -donde aún está- en casa sentimos mucho su ausencia.

Casa muy grande la nuestra, y para colmo durante mucho tiempo (hasta terminarla del todo) con albañiles, carpinteros, pintores... Yo trabajando afuera, así que fue necesario buscar alguien que repasara el consultorio por las tardes. Así llegó ISABEL... temporariamente. Hoy, 25 años después, y aunque jubilada, Isabel sigue trabajando en nuestra casa, con lo que se ha ganado el título de DECANA de nuestras empleadas. ¡Qué decir de Isabel!, esa morocha calladita, discreta por donde la busquen, como tallada en madera, y como la madera, noble y fuerte. ¿Que no? Si al estrenar en estos días sus 79 años, aún tiene agallas y empuje para lustrar un piso o lavar un patio. Isabel... una gran compañera de ruta en el azar de nuestra vida.

Desde el Solar Feliz -y al principio como para tenderle una mano- un día llegó a nuestra casa ITA, esa galleguita inefable de ensortijados cabellos y grandes ojos gitanos. También el cascabel de su risa, siempre a flor de labios, inundaba la casa entremezclada con un desenfado para el que no había enojos posibles, (-"Doctor, ¿qué se puso, un uniforme o un piyama"?- y si uno lo analizaba, el sedoso ambo que usaba mi marido para el consultorio, en verdad tenía reminiscencias de piyama). Hoy, casi en los umbrales de obtener su título de psicóloga, suele darnos la alegría de una visita o de un llamado de larga distancia.

Otro día llegó MARIA, -la segunda María- que acababa de perder a su mamá fallecida en un parto. Con sus apenas 14 años y un dolor grande a cuestas, se integró rápido a la familia y ocupó -ocupa todavía- un gran lugar en nuestro afecto y en nuestra memoria. Hoy es mamá de 3 niños y sigue su ardua lucha de trabajo, con la misma nobleza y empuje que la conocimos.

ANA y FELA tal vez sean un capítulo aparte, ya que ambas fueron, consecutivamente, secretarias en el consultorio. Ana llegó con una pena de amor y con la ansiedad de ser éste su primer trabajo; atenta y diligente, pronto se ganó nuestra confianza y nuestro afecto. Fela, recién "importada" de La Pampa, mezcla entre chúcara y tímida, puso tanto empeño y voluntad para aprender la tarea que pronto lo logró sobradamente, y al igual que su antecesora, supo ganarse nuestro afecto, un afecto que ambas retribuyen sin dobleces.

Más cercana en el tiempo -y con la hemiplejia de la Nona, mi suegra- llegó a nuestra casa SONIA, capaz de atenderla, limpiarla y pasearla en su silla de ruedas con una eficiencia y un afecto que jamás dejaremos de valorar y reconocer.

Al principio como para reemplazarla por pocos días -hace de esto ya 6 años- llegó su hermana CARMEN, que aún hoy trabaja en nuestra casa. Carmen ¡qué decir de ella que alcance para definirla! leal, noble, de confianza, incansable para cualquier laburo, capaz de cuidar a mi padre noches seguidas sin aflojar, o de viajar con nosotros a Buenos Aires para donarle sangre a mi marido. Un cariño sincero -de ida y vuelta- la une a nuestra vida.

MARIA -la tercer María- una gallega de ley suele sacarme de apuros cuidando a mi anciana madre. María es la mamá de Ita, a quien supo transmitirle, junto a su inefable sentido del humor, el tan preciado don de una integridad moral sin dobleces.

Y últimamente SILVIA, en Pergamino, trajinando noche y día la difícil vejez de mi madre. Silvia: rara mezcla de frágil fortaleza, clálida, noble, y con agallas suficientes para vencer obstáculos -propios y ajenos- que la vida no le retacea. Y todo ¡con una sonrisa a flor de labios!

He aquí una apretada síntesis de catorce historias de vida, historias que por esas cosas del destino, se entremezclan con nuestra propia historia. Vivir es eso: compartir vivencias haciendo caminos, un camino cincelado por grises y blancos, por alegrías y tristezas, por llantos y risas... en esa pendular armonía que es, al fin de cuentas, la magia de la Vida.

Por habernos acompañado, por las vivencias compartidas, por el aguante mutuo de días con mufa, y fundamentalmente, por haber dejado un recuerdo grato en nuestra memoria, es que hoy quise reunir en nuestra casa a las protagonistas de estas 14 historias de vida. Compartiendo una humeante taza de chocolate, algún pastelito casero y hasta el soplido de las 79 jóvenes velitas de Isabel -o la de su Bodas de Plata en nuestra casa- quiero testimoniarles mi reconocimiento, y el de mi familia también. Y en la simple profundidad de la palabra GRACIAS, poder distanciarme del "raro oficio de ser patrona", para seguir sintiéndome, como siempre, un ser humano que aprendió de sus padres -y que trato de trasmitir a mis hijos y nietos- el raro y hermoso "oficio" de valorar estos afectos.

En Rojas un 9 de septiembre de 1998.
Adhelma Leonor Sarmiento de Cuestas.

 

 

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